domingo, 19 de abril de 2009

HAY NOCHES DE LOBOS




Hay noches de lobos
y hay noches de corderos.
Entonces éramos niños
y las calles se llenaban de lluvias
y las flores de los ciruelos
se empinaban por las tapias
pintarrajeadas de tiempo lagartijo.

Entonces vivíamos
sin el marco rígido de los calendarios.
Éramos pájaros de las cuatro estaciones,
éramos pata pelada
en el medio de la nada,
pero había un volantín
y un vuelo de moscardones
para orientarnos la sonrisa.

Había de todo
lo que podía llamarse sueño:
una bolita de piedra
y una puerta para guardarse
cuando el espanto
se adueñara de la calle.

Todavía suelo encontrarme
con el llanto incomprensible
de esas tardes y esa ventana
en que la lluvia mojaba todo,
y me hacía un desamparado
sufriendo la humillación
de ser apenitas un árbol besando el suelo;
porque el viento es mi voz de mando
y aún me inclino sin horizontes
cuando el abuelo apoya la pala
en los adobes de mi muralla.

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