domingo, 19 de abril de 2009

EMBRIAGUEZ



En el espejo
de los pasos primeros
casi siempre hay una copa colmada
inaugurando desconciertos en la sangre.

No hay recodos para olvidar
la primera borrachera,
la que no alcanza
para desarmar la ingenuidad
que te hace hombre entre comillas.

Dolorosas espuelas del vino
forzando galopes sin sentido,
encumbrándonos la risa inexplicable,
hasta cuajarla en llanto desconsolado,
ese que traíamos de la infancia.

Llanto carcajada, carcajada llanto
ardiendo en la llamarada azul
que habita en el fondo de los vasos.

Desafiados por la fragante
incertidumbre de los caminos,
aún iremos liberando los demonios
que nos esperan en el fondo de las botellas.

El mundo se arregla cada día
en la mesa fraterna del vino,
y ya no será necesario
regresar al desconsuelo
que nos tatuó la primera borrachera.

Ahora iremos riendo y llorando sin motivo por las calles
embriagados por los fuegos de esos vinos
que guardamos en el alma.

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